miércoles, 22 de enero de 2025

El cuerpo

          Todo hubiera sido más sencillo si le hubieran aceptado aquellas prácticas que había solicitado en el Anatómico Forense de Vigo. Tras cinco años de carrera, ya en la especialización esperaba poder elegir destino. Le obsesionaba el cuerpo humano desde niño. Su juguete favorito era una maqueta del cuerpo humano que le habían regalado al comprar una colección de libros de La vida es así.

        Le relajaba sacar todas las piezas, desmontaba todos los huesos, los órganos internos y en segundos todo volvía a encajar perfectamente, todo tenía su función y por lo tanto su lugar. Era una máquina perfecta.

       Los escasos meses que tuvo de prácticas en tercero le supieron a poco. Necesitaba más. Su interés estaba mucho más allá del morbo hacia lo sanguinolento. No era tampoco un deseo sádico. Era absoluta admiración por encima del propio individuo. Se consideraba una especie de mecánico que debía solucionar la pieza del mecanismo que fallaba.

      Devoraba todos los libros de anatomía que caían en sus manos y casi siempre soñaba con ellos. Solía imaginar que podía coger cualquier parte de un cuerpo humano y desmontarla entera, poder volver a montarla y que todo encajase. Escuchaba con el estetoscopio el latido de un bebé y sonreía pensando en poder verlo por dentro. Cada edad, cada etapa de la vida de cualquier individuo el cuerpo iba cambiando, no dejaba nunca de transformarse. Una metamorfosis continua que iba más allá de aquella maqueta de niño que se le había quedado insuficiente. 

       Todo comenzó una mañana cuando yendo a la facultad presenció un atropello con fatal desenlace. Un chico había salido de la estación de trenes con dos billetes en la mano. Parecía feliz. Abrió su mochila y metiendo los billetes dentro comenzó a cruzar la carretera sin comprobar el tráfico de la misma. Fue un golpe seco y rápido. Un golpe fatal de necesidad. Durante décimas de segundo la ciudad había parecido silenciarse por completo.

     En su mente, las imágenes transcurrían a cámara lenta. Solo por el sonido y el movimiento antinatural del muchacho supo que no se podría hacer nada por salvarle la vida. Se acercó despacio, haciéndose disimuladamente un hueco entre los mirones y las mujeres que aullaban pidiendo auxilio. La conductora, que no había tenido más culpa que la de haber elegido esa ruta para ir al trabajo, estaba sufriendo una crisis de ansiedad.

      Cuando estuvo casi en primera línea pudo ver el cuerpo del muchacho allí tirado. Se había fracturado el cráneo y en el suelo un reguero de sangre y materia blanca asomaba por la brecha. Fascinado miraba aquello. No era un cuerpo de una persona, era una maqueta nueva que estudiar. 

      Desde entonces, sintió la necesidad convertida en obsesión de seguir viendo más. Necesitaba conocer todas las partes del cuerpo humano en diferentes edades. Había pedido como destino de prácticas el Anatómico forense esperando poder documentarse sin ser juzgado. Sabía de sobra que no vería en el breve espacio de prácticas todo lo que quería ver, pero al menos iría saciando su curiosidad.

        Sin embargo, le comunicaron que aquel no era un destino viable de prácticas en aquel momento por problemas estructurales. Así que haría las prácticas en traumatología del Hospital General de esa misma ciudad. Salió de la facultad ese día hecho una furia. Tanto es así que ya en los porches del claustro golpeó uno de sus pilares de piedra con una mano notando al instante el dolor de la fractura de sus huesos.

        Tras realizarle una radiografía que enmarcó estuvo unos meses inútil de la mano derecha por lo que tuvo mucho tiempo para pensar en cómo llevar a cabo sus estudios. Y desde entonces comenzaron a aparecer cuerpos muertos de todas las edades, sexo y religiones a los que les faltaba algún órgano que reposaba junto a los cuerpos. La policía era incapaz de trazar un perfil o de encontrar un motivo a aquello para relacionar a las víctimas. Solamente parecían tener claro que se trataba de un estudiante de medicina. Nunca dieron con el culpable, que jamás dejó de estudiar. Dicen que por la noche aun ronda los barrios porque le faltan edades físicas que escudriñar.


4 comentarios:

  1. Espero no encontrarme a este sujeto por las calles de Vigo 😆

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. jajajajajajaj Seguro que "haberlos hailos". Un abrazo, muy grande¡

      Eliminar
  2. Fantástico! Me ha gustado con esa mente tan sádica que tiene da miedo 😂😂

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Amor¡¡¡ Muchísimas gracias por seguir a mi lado una semanita más¡¡

      Eliminar