miércoles, 16 de abril de 2025

La farola

          Llegaba tarde a su cita y odiaba que eso ocurriera. El niño a última hora se había puesto a jugar con un bote de témperas y se había puesto perdido. A pesar de que su marido estaba en casa y que había accedido a quedarse con el pequeño no movió ni un dedo para ayudarla a limpiar aquel desastre para que ella no llegase tarde. Iba a entrevistarse con el dueño de una pequeña tienda que posiblemente la emplease los fines de semana. Así con los dos empleos de ella podrían afrontar los gastos ya que su marido decía que no encontraba trabajo “de lo suyo”.

          Recordaba cuando lo conoció. Era un tipo joven, fuerte y trabajador. Muy diferente de aquel que se había quedado tumbado en el sofá en calzoncillos viendo las carreras de motos con una cerveza en la mano.

          Todavía había días en los que tenía que esforzarse por no llorar pensando en aquel gran amor que había conocido de vacaciones con sus padres y que había rechazado por vivir tan lejos de ella.

          Cuando cruzó por el paso de peatones en dirección a la gran avenida donde estaba la cafetería en la que habían quedado, se detuvo delante de una farola en la que había la foto de una mujer. Leyó la letra pequeña que había justo debajo de aquella imagen. Al principio una breve descripción física de ella destacando que había salido en pijama y zapatillas de andar por casa. A continuación, se explicaba que Maricarmen, como la llamaban quienes la conocían, había bajado a tirar la basura y no había vuelto.

         Terminó de leer aquel folio pegado con cinta a aquella farola y afectada se alejó de allí. No acudió a la cita que tenía prevista. Siguió caminando, en línea recta. Dejó a la izquierda la cafetería en la que un pequeño hombre de negocios la esperaba mirando impaciente las manecillas de su antiguo reloj a través de unas diminutas gafas que llevaban demasiados años sin revisar.

          Entró en la estación de trenes y después de hablar con una amable dependienta bajó al andén. Se subió al tren asignado y sentada en el confortable asiento veía pasar los vastos campos que rodeaban las afueras de la que había sido su ciudad. 

         Una tras otra fueron quedando atrás otras estaciones. Otras vidas. Cuando el tren anunció el final del recorrido se bajó del mismo. Se aproximó a una papelera y dejó caer la tarjeta SIM del teléfono, dentro.

         Se aproximó a una tienda de telefonía y compró otra. En el quisco de al lado adquirió un periódico y comenzó a llamar uno a uno a todos los anuncios de empleo. Dos días después empezó a trabajar y a buscar un piso al que mudarse. 

        Sus vecinos y amigos cuando pasan por el paso de peatones suspiran al ver su imagen en aquella farola junto con su descripción física. 


6 comentarios:

  1. La mejor decisión que tomó. Me ha encantado!👏👏

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    1. Nunca es tarde para encauzar el camino. Gracias por seguir leyendo,Charo. Un abrazo enorme, preciosa mía.

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    2. Sin lugar a dudas, no debemos confirmarnos, siempre debemos buscar al gobierno mejor... Muy bueno Rocío 😉

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  2. Uffffffff genial!!!!!!!!2 veces lo he tenido k leer.....la carne de gallina.....que parece k te has inspirado en mi🤣🤣🤣🤣

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    1. jajajajajaja Me encanta leer vuestros comentarios...Muchas gracias Noe, un abrazo.

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  3. Me ha encantado, yo habría hecho lo mismo 👏👏👏👏

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